Ella tampoco hubiera querido ser un envase
Tengo en mente por estos días que tanto se discute el tema del aborto, aquellas imágenes de Leopoldina renegando siempre de su destino hostil. Tenía sobre sus hombros el peso de todo el trabajo de la casa y parte del campo, la crianza de sus hijos pequeños, escalonados del uno al siete y los malestares de una octava barriga, de la cual tampoco pudo librarse con remedios de cedro y raíces de magüey. Cuando la conocí regresaba de guataquear una punta de yuca en las laderas del bohío mientras el marido había bajado al pueblo para algunas diligencias.
La esperaba el traqueteo cotidiano, el baño de los muchachos, la batea debajo del tamarindo, el fogón de leña y la noche oscura en la cual cerraba los ojos para no ver pasar el tiempo. No había más para esta mujer de ojos azules que una vez soñó con una con una buena vida. Crió doce hijos de los cuales habla orgullosa, pero ¿cómo serían aquellos sueños? Esa es la pregunta a la que ella misma no sabría responderme.
_Yo no podía decirle que no a mi marido y éramos tan pobres y sin recursos. Los paría lo mismo debajo de una mata o en la mesa de la cocina, donde me agarrara el primer dolor, es que no había forma de evitarlos y él cortaba el ombligo de los vejigos con un machete viejo, así fue siempre, pero yo no podía negarle el derecho que tenía de acostarse conmigo, eso es ahora otra cosa para la juventud.
La esperaba el traqueteo cotidiano, el baño de los muchachos, la batea debajo del tamarindo, el fogón de leña y la noche oscura en la cual cerraba los ojos para no ver pasar el tiempo. No había más para esta mujer de ojos azules que una vez soñó con una con una buena vida. Crió doce hijos de los cuales habla orgullosa, pero ¿cómo serían aquellos sueños? Esa es la pregunta a la que ella misma no sabría responderme.
_Yo no podía decirle que no a mi marido y éramos tan pobres y sin recursos. Los paría lo mismo debajo de una mata o en la mesa de la cocina, donde me agarrara el primer dolor, es que no había forma de evitarlos y él cortaba el ombligo de los vejigos con un machete viejo, así fue siempre, pero yo no podía negarle el derecho que tenía de acostarse conmigo, eso es ahora otra cosa para la juventud.
Leo un titular del 28 de septiembre, Día de la lucha por la legalización del aborto en América Latina y el Caribe que dice “No estamos ante casos episódicos y aislados: ¡basta de violencia hacia las mujeres! ¡Basta de negarnos la posibilidad de decidir sobre nuestro cuerpo! ¡Basta del infame discurso en defensa del embrión!, refiriéndose a casos de niñas violadas y embarazadas por sus propios padrastros, padres o familiares allegados que han desatado verdaderas tormentas judiciales al tener como contrapartida a la iglesia y a los grupos que le niegan a la mujer disponer de su propio cuerpo.
Se que el tema es peliagudo y que para muchos en el mundo la intervención quirúrgica es una práctica asesina, en el mejor de los casos, sin embargo, qué hacer cuando una joven, discapacitada y menor de edad es violada y embarazada? Ese es uno de los casos que se discute actualmente en Bahía Blanca, Mendoza. Y digo yo, ¿cómo se van a defender los derechos elementales de miles y miles de mujeres y niñas que en el mundo son abusadas sexualmente?
Para algunas, provenientes de altas clases sociales, y pienso en el discurso de Sarah Paulin la candidata a la vicepresidencia por los republicanos, quien está en contra del aborto y lo ha dicho muy claro, estas denuncias no deben ser un problema, pues a su alcance está la solvencia económica suficiente para mantener a cuantos hijos quiera, dándole educación, alimentos y todo lo que se requiere para una buena vida. ¿A cuántas mujeres ricas usted ha visto cundida de hijos? Uno o dos o tres a lo sumo, aunque tal vez más no reporta preocupación, para eso están las criadas, las institutrices y los colegios especiales, pero cuando no se pertenece a esa clase, y por el contrario solo la mujer tiene ante si el hambre y la miseria, otro gallo tiene que cantar.
En otra parte de la campaña leo: Nos negamos a que nos sigan concibiendo como envases. Creemos firmemente que la maternidad no es el destino inexorable de nuestras vidas, sino que debe ser siempre y en todos los casos una decisión libre. Por ello pensamos que hoy, más que nunca, es necesario y urgente luchar por el aborto libre y gratuito, como parte de la lucha contra la violencia hacia las mujeres en todas sus formas. Se trata de una lucha ineludible, por la vida, la dignidad y la libertad de todas y cada una.
Y recuerdo a aquella Leopoldina del Escambray, a la que toda esta información le llegó tan tarde en su vida que ahora, cuando se lo digo, solo me mira pensativa y se echa a llorar. Ella tampoco hubiera querido ser un envase.
Y recuerdo a aquella Leopoldina del Escambray, a la que toda esta información le llegó tan tarde en su vida que ahora, cuando se lo digo, solo me mira pensativa y se echa a llorar. Ella tampoco hubiera querido ser un envase.