grillosazules

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Wednesday, December 23, 2009

Fin de año, nostalgias y galletas


Elsie Carbó


Eso de ser mentecato el fin de año nos sucede a casi todos los cubanos, nos ponemos nostálgicos y serios pesando sabe dios qué cosas absurdas como esa de decir que a lo mejor es el último año, o ya no nos vamos a vernos más nunca, y lo que viene después de esto nadie lo sabe, en fin, que la verdad es que para tiñosas y melancolías siempre tenemos el uno.


Eso no tiene remedio, pero en realidad cuando llega la noche del 24, con la cena sobre la mesa, el cerdito asado, el congrí y la yuca con mojo, la ensalada o los frijoles negros, ahora que la nochebuena se celebra sin contención alguna, toda esa nostalgia se olvida y nos damos el atracón del siglo olvidando los triglicéridos dormidos y el colesterol al plato, porque realmente somos dados a los melancones pero si hemos esperado 365 días para abrir la botella del tinto, ningún pensamiento metafísico o atornillante no los puede arruinar.


La nochebuena en mi pueblo era distinta a la de La Habana, era otra cosa, las primas, los tíos, los hermanos, abuelos y padres reunidos en la casa más grande para determinar en que lugar del patio se iba a cavar el hueco para asar el puerco, que siempre quedaba reservado para los abstemios y las mujeres, a tenor de que eran los expertos en mojos y hojas de guayaba. Recuerdo que ese día a las muchachas se nos permitía estrenar un vestido y salir a pasear por el prado teniendo en cuenta las prescripciones dictadas por la abuela.


La Habana también tiene su encanto, no hay que quitarle lo suyo, aquí nadie menciona el santo pero la procesión va por dentro, como las ardillas, que acopian todo lo acopiable del agro o de las shoping para meterlo al microonda y sorprender luego a la familia y a los amigos por la noche, y qué les digo, hoy a mi me tocó comprar las galletas de la libreta en la bodega, y me sorprendí en un nostálgico recuerdo acerca de lo que hubiera hecho Dago, el número uno del ranking doméstico rural de mi pueblo si le hubiera tocado practicar aquel rupestre deporte con una de estas galletas.


Entonces no me hubiera atrevido nunca a desclasificar esta información que consistía en apostar a ver quien partía más galletas con el pene de no haber sido por la nostalgia de la fecha, sí, porque a mi también me invade esa sensación catastrófica de que se está acabando mi mundo y todo está al revés, sobre todo cuando evoco paisajes del pasado como esa de husmear detrás de las puertas para enterarnos de cómo iban los partidos, con la ilusión de que de alguna manera una de nosotras bailaría con el triunfador, o sea, el que más galletas partiese.


Siempre he pensado en la suerte que tuvo Dago en su vida al no tener que competir con una de estas galletas de la bodega.!